(El presente texto es el resultado, convenientemente puesto al día, de un intercambio de ideas que tuve ya hace años con mi colega el Profesor Manuel Romana García, al que hago constar públicamente mi agradecimiento por sus aportaciones, tanto explícitas como implícitas).
Desde hace ya algunos años hay
quienes tenemos la sensación de que los criterios que se están aplicando en los
procesos de selección del profesorado universitario de las escuelas de
ingeniería no valoran suficientemente la experiencia y capacidad docentes, por
un lado, ni mucho menos la experiencia profesional en la correspondiente
disciplina, por otro. Esa sensación se traduce en honda preocupación en la
medida en que parece que no se le está dando a la docencia la importancia que
tiene, lo que, de ser así, podría conducir a una cierta degradación del proceso
de aprendizaje de los estudiantes y a una cierta desmotivación de los
profesores universitarios con una clara vocación docente. Además, no debe
olvidarse que el objetivo fundamental de las escuelas de ingeniería es formar
los mejores ingenieros posibles para ejercer en los campos de actividad propios
de la correspondiente titulación. Hasta no hace demasiado tiempo parecía que
este objetivo se estaba cumpliendo razonablemente bien o, al menos, se estaba
produciendo una adecuada inserción de los recién titulados en el mercado de
trabajo. Sin embargo, hoy existe el riego de que el cambio en el perfil de los
profesores, como consecuencia de los criterios utilizados en su selección, esté
conduciendo a unas enseñanzas que preparan peor a los estudiantes para dicha
inserción laboral.
La formación de los ingenieros no se
puede basar exclusivamente en enseñanzas científicas, aunque estas han de tener
también su lugar. Es necesario transmitir a los estudiantes experiencias
nacidas de la profesión de la ingeniería; cuando no sucede así, los estudiantes
lo echan explícitamente de menos. Por supuesto, tampoco tendría sentido que las
enseñanzas se circunscribieran a una mera transmisión de experiencias
ingenieriles.
Para que en las disciplinas
tecnológicas de las escuelas de ingeniería se contribuya eficientemente al proceso
de formación de verdaderos ingenieros, los profesores deben poseer, entre otras
características y cualidades, una suficiente relación, pasada y presente, con
el ejercicio profesional, a fin de que la citada transmisión de experiencias
ingenieriles impregne su actividad docente. Esto quiere decir que sería
rechazable un cuerpo de profesores formado fundamentalmente por científicos,
aunque no debe excluirse la posibilidad de que algunos lo sean.
Sería deseable que, salvo esas
excepciones, los profesores de disciplinas tecnológicas aportaran un perfil
triple: docente, profesional y científico. Probablemente, las tres facetas
difícilmente pueden estar activas simultánea y permanentemente, ni quizás sería
eso conveniente, aunque sí, sin duda, dos de ellas y habiéndose tenido una
dedicación a la tercera en otros momentos. Hay que tener en cuenta que la vida
académica puede ser muy larga y hay tiempo para pasar por todo tipo de etapas
y, por supuesto, eso debería hacer un profesor universitario de una disciplina
tecnológica.
De acuerdo con lo expuesto, en los
procesos de selección de los profesores de ingeniería habría que valorar de
manera expresa los siguientes aspectos:
- La
capacitación docente y las habilidades específicas que se muestran para
tal tarea.
- El ejercicio de la profesión, en cualquiera de las numerosas formas en las que hoy es posible, en el campo concreto de actividad directamente relacionado con la disciplina para la que se pretende ser profesor.
- La participación en proyectos de I+D+i en los que de verdad sea patente un esfuerzo de desarrollo tecnológico o de innovación en el campo concreto de actividad directamente relacionado con la disciplina para la que se pretende ser profesor. Además, no se deberían valorar estos proyectos tanto por cuál fuese el origen de su financiación como por el alcance real que tienen.
- Las publicaciones, que deberían valorarse no tanto por dónde hayan aparecido como por el hecho de que reflejen de verdad actuaciones profesionales reseñables o logros de desarrollo tecnológico o de innovación alcanzados en la ejecución de los proyectos aludidos.
Lo expuesto no está en contradicción
con el marco legal y reglamentario que existe en la universidad española. Sin
embargo, y esto debe ser objeto de reflexión, sí parece estar en contradicción
con la forma en la que los criterios anteriores se están aplicando actualmente en
los procesos de selección.
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