“La
transparencia, el acceso a la información pública y las normas de buen gobierno
deben ser los ejes fundamentales de toda acción política. Sólo cuando la acción
de los responsables públicos se somete a escrutinio, cuando los ciudadanos
pueden conocer cómo se toman las decisiones que les afectan, cómo se manejan
los fondos públicos o bajo qué criterios actúan nuestras instituciones podremos
hablar del inicio de un proceso en el que los poderes públicos comienzan a
responder a una sociedad que es crítica, exigente y que demanda participación
de los poderes públicos.”
Más adelante, todavía en el preámbulo, se
señala:
“La
Ley amplía y refuerza las obligaciones de publicidad activa en distintos
ámbitos. En materia de información institucional, organizativa y de
planificación exige a los sujetos comprendidos en su ámbito de aplicación la
publicación de información relativa a las funciones que desarrollan, la
normativa que les resulta de aplicación y su estructura organizativa, además de
sus instrumentos de planificación y la evaluación de su grado de cumplimiento”.
Ya en el articulado de la Ley,
concretamente en su artículo 6.2, se establece: “Las Administraciones Públicas publicarán los planes y programas anuales
y plurianuales en los que se fijen objetivos concretos, así como las
actividades, medios y tiempo previsto para su consecución. Su grado de
cumplimiento y resultados deberán ser objeto de evaluación y publicación
periódica junto con los indicadores de medida y valoración, en la forma en que
se determine por cada Administración competente”.
Si pensamos en cómo la Ley,
particularmente los párrafos transcritos, podría incidir en unas actividades de
las que son responsables unas determinadas administraciones públicas, como son
la conservación y la rehabilitación de las carreteras, quizás podríamos tener
la esperanza de que las cosas se hiciesen de una manera muy distinta de cómo se
han venido haciendo hasta ahora. Podríamos tener la esperanza, efectivamente,
de que esas administraciones públicas explicaran los criterios con los que
desarrollan la ejecución de los presupuestos que tienen asignados para esas
tareas; podríamos también tener la esperanza de que en todo momento cualquier
ciudadano pudiera saber, de forma sencilla y directa a través de una web,
cuáles son las necesidades de conservación y de rehabilitación a las que se
está haciendo frente o a las que habría que hacer frente si las partidas
presupuestarias consignadas lo permitieran.
Desgraciadamente no parece, sin embargo,
que la Ley 19/2013 vaya a servir, al menos a corto plazo, para colmar esas
esperanzas. La Ley termina con una disposición adicional novena, la relativa a
la entrada en vigor, que tiene la siguiente redacción:
“La
entrada en vigor de esta ley se producirá de acuerdo con las siguientes reglas:
-
Las disposiciones previstas en el título II entrarán en vigor al
día siguiente de su publicación en el «Boletín Oficial del Estado».
-
El título preliminar, el título I y el título III entrarán en
vigor al año de su publicación en el «Boletín Oficial del Estado».
-
Los órganos de las Comunidades Autónomas y Entidades Locales
dispondrán de un plazo máximo de dos años para adaptarse a las obligaciones
contenidas en esta Ley.”
Por tanto, solo el título II de la Ley, relativo
al buen gobierno, ha entrado en vigor, pero solo en el ámbito de la
Administración General del Estado y de sus entidades dependientes. Para que las
disposiciones relacionadas con la transparencia entren en vigor habrá que
esperar hasta diciembre de 2014 en el ámbito estatal y hasta diciembre de 2015
en los restantes ámbitos. Esto constituye una verdadera anormalidad en la
aplicación de una disposición legislativa del más alto rango.
Por otro lado, no conviene pasar por alto que muchos artículos de la Ley están redactados con un exceso de cautela en cuanto a la obligatoriedad de aplicar lo que podríamos denominar un principio universal de transparencia. Sobre todo se introducen multitud de matices e incluso excepciones, más allá de las obvias, que inducen a pensar que las administraciones podrían no acabar siendo totalmente transparentes, sino translúcidas como mucho.
La cuestión que se plantea inmediatamente
es inevitable: ¿se quiere de verdad que haya transparencia o no? La conclusión
de quien esto firma es que el Gobierno de España se ha visto empujado a llevar
a las Cortes Generales esta materia, pero que no está convencido de que se
trate de algo bueno. Incluso, aunque esto no es más que una opinión personal,
cabría preguntarse para qué hace falta legislar, más allá de la promulgación de
unas pocas reglas de funcionamiento operativo, sobre una materia que ante todo
y sobre todo requiere de una voluntad política. Muchos ciudadanos exigimos
transparencia porque estamos convencidos de que es un principio básico de un
sistema democrático, de que la opacidad está en los orígenes de la corrupción e
incluso de que con transparencia el funcionamiento de las administraciones públicas
resulta mucho más eficiente. El convencimiento del Gobierno de España hay que
ponerlo en duda desde el momento en que promueve una legislación al respecto de
esta manera y se pospone exageradamente la entrada en vigor de lo legislado.
Desde un punto de vista práctico, ¿qué
importancia tiene todo lo expuesto en relación con la conservación y la
rehabilitación de las carreteras? Ya se ha indicado más arriba que sería bueno
que las administraciones públicas competentes en la materia explicasen los
criterios con los que aplican los presupuestos de los que disponen y también
que sería igualmente bueno que se conociese en todo momento cuáles son las
necesidades de conservación y de rehabilitación a las que hay que hacer frente.
En este momento algunos creemos que los
créditos presupuestarios disponibles en materia de conservación y explotación
de carreteras (los consignados en el Programa 453C en el caso de los
Presupuestos Generales del Estado) no se están aplicando de la mejor manera
posible. Podría ser que estuviéramos equivocados, pero las administraciones no
hacen ningún esfuerzo por justificar su gestión ni por rendir cuentas, en el
más amplio sentido de la expresión, más allá de declaraciones altisonantes, muy
poco fundamentadas y, en consecuencia, nada convincentes. Por otro lado, muchos
ciudadanos son cada vez más conscientes de que el estado de los pavimentos de
las carreteras está empeorando a ojos vista y piensan además que cuando se
lleva a cabo alguna acción al respecto se hace solo con base a criterios de
clientelismo. Resulta pues muy clara la conveniencia de que las
administraciones públicas titulares de las redes viarias informasen de manera
permanente de los parámetros que definen con rigor el estado de los pavimentos:
cualquier ciudadano podría así contrastar su valoración cualitativa con una
valoración cuantitativa precisa que, sin duda, le serviría para saber si sus
sensaciones e imprecisiones responden o no a la realidad. Por otro lado, ese
ciudadano podría comprobar, si así lo desease, que sus impuestos se están
usando no ya donde el cree que deberían usarse, sino donde de verdad son más
necesarios.
¿Hay dificultades para aplicar de
inmediato estos principios de transparencia sobre la conservación y la
rehabilitación de las carreteras? Quien esto firma considera que pueden
esgrimirse muchos pretextos (de hecho, se vienen esgrimiendo desde hace años),
pero que no hay ninguna razón fundada para que no se den estas informaciones,
independientemente de lo que establezca o deje de establecer la Ley y de cuándo
puedan entrar en vigor sus disposiciones. Como se ha indicado, y no cabe sino
subrayarlo, la transparencia y la libre disposición de información redundarían
inmediatamente en una mayor eficiencia de las administraciones públicas
responsables de la conservación y de la explotación de las redes viarias.
Interesante reflexión amigo Miguel Ángel sobre lo que dice hacer, y no hace, el Gobierno de España. No sólo dicta normas cara a la galería, sin aplicación de la esencia que demanda la ciudadanía, sino que directamente incumple sus propias disposiciones. Esto último es lo que ha ocurrido con el Laboratorio de Aena: un Centro de referencia, con más de 50 años de trayectoria, pionero en determinados ensayos que después empezaron a aplicarse en carreteras, ha sido cerrado, y su personal trasladado a las oficinas centrales, incumpliendo la Instrucción número 31 de la Subsecretaría de Fomento, de 10 de octubre de 2012, en materia de racionalización de los gastos de funcionamiento del Ministerio de Fomento, según la cual, “se procederá al traslado de unidades administrativas, tanto de los servicios centrales como de los periféricos que en la actualidad ocupan inmuebles en arrendamiento, a otros que sean propiedad de la Administración General del Estado” (apartado 1.2): el edificio del Laboratorio de Aena es propiedad de la Administración, y se abandona, mientras que las oficinas a las que se traslada a su personal es en arrendamiento; esto sin entrar en lo más grave y preocupante: el previsible deterioro en la calidad del trabajo y la puesta en peligro de su actividad, dentro de ella la que ha venido realizando de I+D.
ResponderEliminarUn saludo y enhorabuena por el blog.
Pedro Carrasco.
Actualmente las Conservaciones Integrales dependientes del Ministerio de Fomento elaboran un Plan Anual en el que, siguiendo las instrucciones de la GSM, analizan por sectores los indices de estado actual de las carreteras, presupuesto disponible para el año, gastos fijos y variables y presupuesto que se va a destinar para la mejora de esos indices de estado expuestos. Esto se entrega anualmente el mes de diciembre a cada Unidad de Carreteras y éstos a su vez lo entregan en Servicios Centrales, no hay más que publicar todos los Planes Anuales diferenciados por sectores para que los usuarios tengan acceso al Plan Anual de la zona que deseen y vean donde se esta invirtiendo el presupuesto destinado.
ResponderEliminarBuenos días profesor, estoy absolutamente de acuerdo con su posición, la transparencia en la gestión pública es la base de la confianza, curiosamente he encontrado el post mientras investigaba para denunciar a la consejería de fomento de CYL, se niegan a darme los datos de la concesión A601 para un trabajo sobre proyect finance de la escuela (se trata de una autovía de peaje en la sombra) no justifican su posición, no hay acceso parcial (ni siquiera me dan los traficos) y me piden que vaya a valladolid a por ellos, 2018 parece que no avanzamos, una pena que en éste caso sea compañero nuestro ingeniero de caminos
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